Arte Románico
Con el término arte románico se designa el arte desarrollado en la Europa occidental que tiene su esplendor en los siglos XI y XII, y que en algunos lugares se prolonga hasta mediados del siglo XIII. El término fue empleado por primera vez en el siglo XIX y designaba la voluntad de crear un arte homogéneo que enlazara con la tradición del arte romano, después de un periodo en el que coexistieron muchos estilos.
Se trata de un arte profundamente religioso, al servicio de la Iglesia católica, cuya finalidad era la de instruir en el conocimiento de las Sagradas Escrituras a una población mayoritariamente analfabeta. Sin embargo para los teólogos medievales, el buen artista debía además de instruir deleitar y emocionar. La instrucción se conseguía mediante la claridad y sencillez de los contenidos; para deleitar era necesario mostrar encanto y utilizar un estilo ornamentado. Y para emocionar, era imprescindible el vigor y la expresividad.
En el arte románico los artistas eran artesanos que estaban bajo la tutela de un maestro, y se distinguía entre el individuo que proyectaba la obra de arte y aquel que la materializaba.
El arte románico es básicamente religioso y las principales tipologías arquitectónicas son el templo y el monasterio. Quedan muy pocas muestras de arquitectura civil urbana, mientras que sí se conservan restos de castillos románicos. En arquitectura religiosa se introducen nuevos elementos constructivos referentes a la cubierta y a la estructura del templo, con toques claros de arte medieval.
En España la entrada y difusión del arte románico estuvo motivada por factores políticos como el avance de la conquista cristiana en los dominios musulmanes o la apertura a Europa de Sancho III de Navarra, y religiosos como las peregrinaciones a Santiago. La arquitectura románica española tiene además sus raíces en la visigoda, asturiana y mozárabe y presenta grandes variedades regionales, con reminiscencias del arte griego.
La culminación de la arquitectura románica española está en la catedral de Santiago de Compostela. Su planta es el prototipo de la iglesia de peregrinación, con tres naves longitudinales y otras tres en el crucero. La gran cabecera tiene una amplia girola a la que se abren cinco capillas absidiales. La nave central está cubierta por una bóveda de cañón con arcos fajones, en tanto las laterales lo hacen con bóvedas de arista sobre las que corre la tribuna abierta a la nave central.